Es un barrio único, no solo por las espectaculares escorts de Palermo. O por su extremadamente variada oferta gastronómica. Ni por sus zonas tan bien delimitadas, de efervescencia cultural, o sus maravillosos espacios verdes.
También circula, parsimoniosamente, el fantasma del mayor escritor que tuvo el país. El eterno candidato al Premio Nobel, una de las mayores plumas del mundo.
Hablamos de Jorge Luis Borges, un talento inigualable, un Rey de las letras reconocido y admirado en todo el planeta.
No era nativo del barrio. Había nacido en 1899 en la calle Tucumán, mucho más al Este, en lo que hoy es el “microcentro” de la ciudad. Pero pronto su familia (de cierta alcurnia) se trasladó al norte, a Palermo. Allí construyeron una casa de dos pisos, algo poco usual ahí.
Es que, por entonces, esa zona era bastante marginal, alejada de casi todo. Sus padres se limitaban a decir que vivían “en el norte” de la ciudad.
De tangos y malevos
Gran parte de la infancia y la juventud del genio literario transcurrió allí, cuando era una barriada con gente de cuidado. Algunos de ellos fueron magistralmente retratados en cuentos inolvidables. “El hombre de la esquina rosada” es emblemático, y un verdadero resumen de esa faceta de su maravillosa obra.
Claro que esto lo escribió ya como adulto, porque en sus años de vivir allí su personalidad, origen y formación contrastaban brutalmente con el entorno.
Vivió en la calle Serrano, que hoy lleva su nombre, pese a que el gran escritor no quería que una calle, o plaza o centro cultural, o cosa alguna se llamara como él. No le hicieron caso, porque hay todo eso y más.
Lo cierto es que conoció a los módicos rufianes que eran aquellos “malevos”, “guapos”, “taitas”, y demás especímenes de esas clases bajas suburbanas. Paradógicamente, hoy la zona es de las más caras de Buenos Aires, y un polo de sofisticación y refinamiento.
Ahora luce lleno de artículos y gastronomía “de diseño”, “de autor”, “Prémium” e invadido por las mejores marcas. Un feroz contraste con los años de la infancia de Borges, cuando imperaba la marginalidad y mandaba la gente que tenía cuentas pendientes con la ley. Por ejemplo, los míticos Jacinto Chiclana o Nicanor Paredes, retratados por Borges en sus textos.
Milongas para bailar con las espectaculares escorts de Palermo
Este amor del máximo escritor nacional por ese ambiente también se reflejó en un disco esencial para comprender la cosmovisión del gran poeta. Y para entender más la música nacional: se llamó, simplemente, “El Tango”. Además de Jorge Luis Borges, sumaba a otros dos colosos de la cultura argentina: Astor Piazzolla y Edmundo Riveros.
Era la musicalización que hizo Piazzolla de poemas de Borges sobre esos ambientes de su infancia. Fueron cantados y recitados por la inconfundible e irrepetible voz de Edmundo Rivero, un cantor nacional por excelencia.
En resumen, el Palermo de Borges ya no existe, y el de hoy es todo lo opuesto. Pero ha quedado retratado para la posteridad en las páginas de un escritor fabuloso.